La Rana
Agazapada en mi hoja de nenúfar
escudriño el bello y tranquilo estanque de agua cristalina.
Mis despiertos y abiertos ojos
captan el más leve aleteo del insecto
inquieto y desprevenido.
Sopla el viento,
me esquiva y se escabulle
entre los recovecos de mi cuerpo,
diminuto, ágil, y resuelto.
El instante decisivo se aproxima.
Una libélula trata de volar
tras ser arrastrada por la caótica corriente.
Zas!
Otra que me vuelvo a tragar…Dulce.
Todas las libélulas
saben exquisitamente dulces.